Un evangelio, un versículo de la Biblia: puedes sentirlo.

¿Puedes sentir su presencia?

La presencia de Dios no siempre viene acompañada de algo grandioso. De hecho, la mayoría de las veces, está en los detalles que apenas percibimos. Ese música gospel jugando en el coche en la calle. Ese Versículo bíblico que apareció en tus redes sociales. Esa brisa que te calma de la nada, el café caliente en medio de un día duro, el silencio que llega cuando todo es ruido en tu interior... eso podría ser Él.

¿Ha notado alguna vez lo diferentes que parecen algunos momentos de su rutina? ¿Como si tuvieran un peso ligero, una comodidad invisible? Puede ser de camino al trabajo, cuando el tráfico te obliga a reducir la velocidad y te das cuenta de que has estado viviendo en automático. O ese momento en que el sol entra por la ventana y sientes un calor que no es sólo físico. Es un calor que alivia el alma.

Dios no necesita anunciar que ha llegado. Se muestra en las sutilezas. En el perro que mueve la cola cuando estás triste. En un mensaje de alguien que no esperabas. En el regazo de una madre. En la sonrisa de tu hijo. O incluso en tu propia risa después de un llanto que parecía interminable.

Estos pequeños toques en la rutina no son casualidad. Son recordatorios silenciosos de que no estás solo. Y puede que ni siquiera te des cuenta en ese momento, pero cuando la paz aparece sin explicación... es Dios diciendo: "Eh, estoy aquí".

¿Le oyes?

Algunas personas piensan que escuchar a Dios es como oír una voz fuerte y clara que les llama por su nombre. Pero la mayoría de las veces, Él habla de otras maneras. Y habla a todo el mundo, incluso a los que creen que no pueden oír.

Sabes cuando estás al límite y piensas: "No puedo más". Y entonces algo dentro de ti dice: "Sólo un día más. Sólo un paso más".? No eres sólo tú tratando de convencerte a ti mismo. Podría ser Dios susurrándote que no sueltes la cuerda.

Habla en la letra de la canción que empieza a sonar en el momento justo. Habla en el texto aleatorio que aparece en tu feed. En la conversación entre dos desconocidos que escuchas por casualidad. Habla en el silencio, sí, pero también en el desorden.

A veces Él responde con una fuerte intuición. No puedes explicarlo, pero lo sientes. Un deseo de cambiar de rumbo. Un "no voy", incluso cuando todo parecía correcto. O ese "adelante", aunque el miedo te grite.

Y no sólo a los que viven con la Biblia bajo el brazo. Dios habla a los que ni siquiera saben rezar correctamente. A los que están distantes. A los que dudan. Habla a los que se esfuerzan. A los que están cansados. Porque entiende el lenguaje del alma, e incluso escucha los pensamientos que no tenemos el valor de decir en voz alta.

¿Has hablado con él hoy?

No necesitas un ritual. Ni palabras bonitas. Dios no exige una fórmula. Sólo quiere la verdad.

Hablar con Él puede ser mientras lavas los platos, lavando tu alma sin darte cuenta. Puede ser en la ducha, con lágrimas mezcladas con el agua. Puede ser mientras doblamos la ropa, mientras conducimos, mientras contenemos las lágrimas en público. Hablar con Dios no tiene un momento preciso: tiene un sentimiento.

Y hay quien habla con Dios de la forma más pura: pensando en voz alta. "Dios, ¿ayúdame?" "¿Funcionará?" "Muéstrame el camino..." Incluso un suspiro puede ser una oración, si es lo que queda cuando todo se ha derrumbado por dentro.

¿Has dado gracias hoy? No tiene por qué ser por algo grande. Puede ser por la fuerza para levantarte, por el valor para seguir adelante, por la simple comida que tienes en el plato, o por la paz que te ha llegado incluso cuando tu cabeza te decía que ya no podía más.

Hablar con Dios significa dar espacio a la esperanza. Es recordar que incluso cuando no hay una respuesta inmediata, la escucha de Dios nunca falla. Y que incluso cuando crees que estás hablando solo, hay un corazón que te escucha. Un corazón que comprende incluso el silencio más tenso.

Algo más grande está en camino: ¿estás preparado?

¿Sabes cuando todo parece atascado, cuando nada se mueve y sientes que estás en el lugar equivocado, pero no sabes adónde ir? A veces es en esta incomodidad donde nace el cambio.

Y quizá el hecho mismo de que estés leyendo ahora este texto no sea casualidad. Tal vez este contenido ha llegado a ti porque Dios sabía que hoy necesitabas una señal. Un empujón. Un recordatorio de que se está gestando algo más grande, incluso cuando no lo ves.

Nada sucede de la nada. Cada persona que se cruza en tu camino, cada pausa que el universo te obliga a hacer, cada no que has recibido, cada dolor que parecía injusto... todo ello podría estar preparándote para algo que tendrá sentido más adelante.

Quizá lo que hoy parece una pérdida mañana sea una liberación. Tal vez lo que hoy duele mañana se convierta en curación. Y tal vez, sólo tal vez, lo que estás sintiendo ahora no es sólo tristeza, sino la advertencia de que el viejo ciclo está terminando - y uno nuevo está a punto de comenzar.

¿Está preparado para Nochevieja? Porque no llega con fuegos artificiales. Empieza dentro. En la inquietud. En el deseo de cambiar. Cansado de vivir con el piloto automático.

¿Y Dios? Dios sabe lo que necesitas incluso antes de que se lo pidas. Sabe lo que tu corazón aún no puede expresar con palabras.

Y si has llegado hasta aquí, quizá sea porque quiere recordártelo: no te han olvidado. Se os está preparando.

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Véase también: Oración para superar los retos financieros durante una crisis

21 de mayo de 2025