Conecta con tu fe
Sí, la forma en que rezamos está cambiando, y gran parte de ello está directamente relacionado con el avance de las redes sociales. Lo que antes era silencioso, íntimo y privado, ahora gana terreno en vídeos, pies de foto, tendencias e incluso filtros. La cuestión "cómo influyen las redes sociales en nuestra forma de rezar" No se trata sólo de tecnología. Se trata de la exposición, la necesidad de validación y de convertir la fe en contenido.
Rezar ya no es sólo un gesto entre el individuo y Dios. En muchos casos, es también una elección estética, un momento grabado y compartido. ¿Es esto bueno? ¿Es malo? ¿Es real? La respuesta, como todo lo relacionado con la fe y el comportamiento humano, no es sencilla, pero urge reflexionar sobre ella.
La oración salió de la habitación y fue a la alimentación
Durante siglos, la oración se consideró un acto privado. Un momento de encuentro entre la criatura y lo sagrado. Con el crecimiento de las redes sociales, especialmente entre 2020 y 2025, este espacio comenzó a resignificarse.
Vídeos de oraciones guiadas, carretes con fragmentos de salmos, frases de agradecimiento en carruseles: todo esto se ha convertido en parte de la experiencia espiritual cotidiana. No es que esté mal, pero el hecho es que rezar también se ha convertido en un lenguaje visual.
La cuestión "cómo influyen las redes sociales en nuestra forma de rezar" pasa por este nuevo escenario: donde el silencio se ha convertido en leyenda y la fe, a menudo, en filtro.
¿Se ha contentado la fe?
A menudo, sí. Y eso puede ir en dos direcciones:
1# La conexión real - Donde los contenidos sirven para unir a la gente, despertar la fe, consolar, inspirar y enseñar. En este caso, la web es un puente. La oración digital es sincera. El mensaje conmueve y transforma.
2# Actuación religiosa - Donde rezar se convierte en una forma de ganar likes, alimentar el ego o mantener una imagen. Aquí, la red se convierte en un escenario. Y la oración pierde su significado original.
Por supuesto, no corresponde a nadie juzgar las intenciones de la otra persona. Pero es importante que cada uno se pregunte: ¿estoy rezando o sólo me están viendo rezar?
¿Se ha hecho más accesible la oración?
Sí, y ése es uno de los grandes puntos positivos. Personas que antes no tenían contacto con prácticas espirituales empezaron a encontrarlas en las redes, acceso diario a mensajes, reflexiones y oraciones. Esto ha llevado a muchos a redescubrir su espiritualidad, o al menos a reconectar con algo más grande.
Aplicaciones de oración, canales de YouTube con oraciones matutinas, TikToks con palabras de consuelo: todo ello tiene el potencial de llevar la fe allí donde antes no llegaba. La tecnología, en este caso, no elimina lo sagrado, sino que amplía su alcance.
¿Y el riesgo de superficialidad?
Lo hay. Al convertirlo todo en un formato de consumo rápido, corremos el riesgo de vivir una fe superficialTodo son eslóganes y vídeos emocionantes. El peligro no está en rezar a través de una pantalla: está en Para ahí.
Una fe que sólo vive en el feed, sin inmersión interior, sin tiempo para el silencio, sin espacio para la escucha... se debilitará. Por eso es necesario utilizar las redes como punto de entrada, pero no como sustituto de la experiencia real.
La presión de rezar "bonito" en público
Otra consecuencia de las redes es que muchas personas han llegado a sentirse presionado para rezar de la manera correcta, con las palabras adecuadas, en el momento adecuado. Como si la oración tuviera que ser digna de hacerse viral.
Este comportamiento crea bloqueos. La gente empieza a pensar que su oración es "demasiado simple" o "carente de fuerza" porque no sabe expresarla como la ve en los vídeos. Y eso es peligroso, porque la verdadera oración no tiene por qué ser performativa. Sólo tiene que ser sincera.
Reflexión sobre cómo influyen las redes sociales en nuestra forma de rezar también implica esta exigencia silenciosa de parecer espiritual.
Las redes sociales como espacio de comunión
A pesar de los riesgos, también es cierto que las redes sociales pueden ser verdadero espacio de comunión. Grupos de oración que se forman por WhatsApp. Círculos de intercesión que tienen lugar a través de DM. Gente pidiendo y recibiendo oración a través de comentarios. Y eso es precioso.
La fe compartida, cuando llega de verdad, une. Fortalece. Hace que alguien al otro lado de la pantalla se sienta acompañado. En tiempos de crisis, de luto, de ansiedad, a veces es un vídeo de oración lo que sostiene a alguien un día más.
El equilibrio entre lo íntimo y lo público
Quizá el mayor reto hoy en día sea encontrar el equilibrio entre lo que se vive dentro y lo que se expone fuera. Está bien compartir una oración. Se trata de motivación.
¿Rezas en vídeo porque quieres alcanzar vidas? ¿O porque quieres alcanzar seguidores? ¿Compartes tu fe para inspirar? ¿O para mantener una imagen?
Estas preguntas no son juicios. Son invitaciones a la conciencia. Porque, al fin y al cabo, A Dios no le impresionan los filtros. Se mueve con la verdad.
¿Y dónde estaba el silencio?
En medio de tanto contenido, tanto audio, tanto vídeo... el silencio se ha convertido en un lujo. Pero la oración suele nacer ahí. Cuando te detienes. Cuando no tienes que mostrarla. Cuando nadie ve, pero Dios oye.
Las redes sociales son increíbles. Nos conectan. Pero a veces, lo que más necesita el alma es desconectar para volver a conectar. La verdadera oración aún vive en lo sencillo. En lo honesto. En el silencio.
Véase también: Luchando por la fe: vea la sinopsis de la película
17 de mayo de 2025
Con mucha fe y positividad, escribe diariamente para Oração e Fé, llevando mensajes y enseñanzas divinas a todos.